“El éxito justifica hoy cualquier degradación moral”
Jorge Zepeda Patterson, ganador del 63º Premio Planeta, asegura que la información comprometida queda en la periferia del periodismo.
Carles Geli
Barcelona
17 OCT 2014 - 00:17 CEST17
“En el por qué uno se corrompe intervienen también resortes
emocionales, psicológicos, valores éticos que caen… Son asuntos casi de
diván, motivaciones opacas, y a eso el periodismo no llega, se necesitan
herramientas de la ficción para dar las claves”, defiende Jorge Zepeda Patterson
(Mazatlán, 1952), antes de agarrar el frasco del colirio y los dos
móviles que alternativamente, sin cesar, han sonado para entrevistarle
desde México. Son apenas horas después de obtener el 63º Premio Planeta (601.000 euros) por su segunda novela (“un salto cuántico”), Milena o el fémur más bello del mundo, que el 4 de noviembre y por vez primera en este galardón aparecerá al unísono en España y México: 210.000 ejemplares.
Por eso la historia de una bella joven croata (“la belleza es su
tragedia”) atrapada en una red de prostitución de “gama platínum” es un
escenario perfecto para el periodista y colaborador de este diario para
poner al descubierto las vísceras putrefactas del poder. “Siempre hay
certezas que como periodista no puedes documentar”, defiende. Y todo
ello en un contexto de autocensura hoy, muy visible. “En España y en
México es alta, hay mucha conveniencia y cálculo por temor a represiones
políticas o económicas”. El resultado es el “evidente retroceso” del
periodismo de denuncia, fruto de la “institucionalización inevitable de
los grandes medios por ese falso sentido de responsabilidad
institucional que les invade”. La información comprometida queda en
“publicaciones alternativas, en la periferia del periodismo”.
Pone sobre la mesa Zepeda, con su notable capacidad para la metáfora,
los nombres de Roa Bastos, García Márquez y Asturias para demostrar que
“hay una tradición literaria de mirar al poder desde la novela, de
entenderlo tras las bambalinas y más allá de las figuras de bronce”, a
las que añade las obras más apegadas al suelo real y cotidiano, en
México, de Martín Luis Guzmán, Luis Spota o Héctor Aguilar Camín.
De la lectura de Roberto Saviano o de su propia primera novela, Los corruptores,
puede desprenderse que nunca habían coincidido tanto los intereses de
las mafias con los de las élites de poder: “los grandes empresarios son
también los grandes evasores, por lo que requieren de operadores
financieros para disminuir la presión fiscal y ahí entran igual
políticos que narcotraficantes, que futbolistas”. ¿Y puede que actúen
con mayor desfachatez? “Sin duda: es la extensión del éxito como único
criterio de valor social; el éxito justifica hoy cualquier degradación
moral”.
En Milena o el fémur más bello del mundo hay conexiones
mafiosas entre España y México que Zepeda ratifica en la vida real.
“Está documentado el uso de España por los cárteles para entrar en
Europa, igual que la colonización de la Riviera Maya por el sector
hotelero español ha servido para lavar dinero y comprado voluntades”.
En realidad, la novela es una continuación de Los corruptores,
donde quien investiga son cuatro excompañeros de clase ahora en
profesiones notables. Investiga la sociedad civil y no un detective.
“Sería poco verosímil en México creer en un policía honesto; el típico
detective de novela negra occidental no sirve”. Difícil vivir así, ¿no?
“La desesperanza impera en México, la corrupción es una forma cultural
de estar, hay cierto fatalismo, pero el país se reinventa”. Y eso que
las bandas ya controlan hasta el poder local. “Ahí hay corrupción, pero
también gente que resiste, grandes esperanzas; en las altas cumbres del
poder eso ya es imposible: se sabe que la selección natural implica que
quien llegó alto es que transó (cedió)”.
Desde 2003 han sido asesinados en México más de 80 periodistas y 17
han desaparecido. Zepeda conoce las cifras: “El drama es que empezó con
las amenazas narcos pero ahora bajo esa coartada actúan también los
caciques políticos; hoy la mitad de las agresiones a periodistas son de
tipo político”.
Y salta, cansado quizá de tanta zona oscura (“escribir ha sido un
refugio”) a hablar de literatura norteamericana, su preferida: Roth,
Auster y un Carver que “en tres trazos no explica, describe”. Como él.
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