En este primer libro de Miguel Hernández se aprecia ya la voluntad artística del poeta. Supone su adscripción a la poesía pura de los años veinte, aludiendo en varias citas a Paul Valéry, a Góngora y a Guillén. El gongorismo del libro se manifiesta en la tendencia a un léxico cultista, fórmulas e imágenes de gran complejidad. La influencia del vanguardismo enriquece el hermetismo de sus composiciones, verdaderos acertijos poéticos, adivinanzas líricas donde estalla la sorpresa y la emoción.
El logro de Miguel Hernández radica en la adapatción de todos esos elementos a su mundo personal, a su realidad inmediata, al paisaje y a los hombres de su entorno.
Veamos unos poemas de Perito en lunas que evidencian lo anteriormente expuesto:
(TORO)
¡A la gloria, a la gloria toreadores!
La hora es de mi luna menos cuarto.
Émulos imprudentes del lagarto,
magnificáos el lomo de colores.
Por el arco, contra los picadores,
del cuerno, flecha, a dispararme parto.
¡A la gloria, si yo antes no os ancoro
- golfo de arena-, en mis bigotes de oro!
(RETRETE)
Aquella de la cuenca línea monda,
sólo habéis de eclipsarla por completo,
donde vuestra existencia más se ahonda,
desde el lugar preciso y recoleto.
¡Pero bajad los ojos con respeto
cuando la descubráis quieta y redonda!
Pareja, para instar serpientes, luna,
al fin, tal vez la Virgen tiene una.
(HORNO Y LUNA)
Hay un constante estío de ceniza
para curtir la luna de la era,
más que aquella caliente que aquel lira,
y más, si menos, oro, duradera.
Una imposible y otra alcanzadiza,
¿hacia cuál de las dos haré carrera?
Oh tú, perito en lunas; que yo sepa
qué luna es de mejor sabor y cepa.
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